LA BAYADERA
Frente al gran espejo trenza su pelo,
como una serpiente
enrosca a la negra
mata,
engarzando en ella
una corona
de rosas y azahar,
regalo de despedida,
de ese amor:
Amor inconveniente,
Amor proscrito,
Amor sagrado
Amor profano
Amor sin títulos,
sin hogar
sin vida.
La Bayadera coloca
sus tupidas
medias, de un blanco
roto,
las miras en
contraste
con sus zapatillas de
puntas
y satén,
tonos rosáceo,
hacen juego con el
suave
rosa de sus pómulos,
se mira en el espejo
y siente
que esta danza
le costará…
Danzará gota a gota,
sus noches y sus
días.
El Tutú de tarlatán le espera
en la percha quita las
pinzas ,
lo coloca sobre su
cintura
de reojo, observa
como el espejo,
le devuelve la
imagen,
de una sílfide,
en proceso de huida.
Limpia de sus manos el sudor,
por último, retoca la
última línea
del ojo,
mira sus labios
¡Perfectos!
Retoca los pómulos…
¡La sirena tocó!
Bailarinas y
bailarines salen al pasillo,
nerviosos, risas,
prisas,
ella…
¡Atacada!
La Bayadera intuye
que esta noche,
no será una danza más
y mientras sube el
telón,
la orquesta, hace
gala de sus pasionales
piezas,
melodías a zares
con sabor a legas
danzarinas
de los templos,
románticas piezas de
vals,
amor y poesía
que para ella un día
poetas del arte
escribieron.
¡Menos mal!
Las luces del Gran
Teatro
de la Opera
hará de defensa,
abre el primer acto,
un bosque de miradas
se acerca al escénico
templo,
expectantes todos
desean ahuyentar
a sus sosegados
deseos,
esperan ver amor en
vivo
y en directo.
Y esto se dice para sí
-Nunca fue más cierto-
Amor y votos sagrados,
quedan expuesto
en la platea
expuesto,
él y sus sagrados
votos,
¡La miran!
cualquier esquina
vale para
ser discreto…
La bailarina danza su dolor
sin defensas,
sufriendo dentro del
gran
santuario, teatro de
la vida.
Enjuga sus lágrimas,
por dentro ríos
la inundan,
nadie escucha al agua
que crece en su
pecho.
Segundo acto, acción…
Kalidas, observa su obra
desde un palco
Celestial,
dolido mira en sus
manos a los siglos,
milenarios de su
pecho,
desnuda las sagradas
bailarinas, ruleta
sagrada
del tiempo.
La Bayadera suelta su trenza
el áspid, danza su
miedo…
La danza baila con ella,
el poeta quito su
miedo.
Ya, paso el tiempo,
de sagradas
concubinas,
sagrados mitos
de lenguas viperinas
Danza mujer al poeta
que no es invierno.
4.6.2013
Carmen Hernández Rey
©®autora extremeña
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