Cuesta la vida entera.
Y, que los cuerpos se despojen de voz
y ofuscaciones, de premoniciones
y prejuicios afiliados a hilos de cualquier
banderas
¡Cuesta! vivir una paz muerta.
Desnudarse en los hubo,
los por qué,
los hasta cuando,
y, por donde,
cuesta…
cuesta hasta las explicaciones
innecesarias a los nadie,
y es que la vida, no nos desnuda,
sino que nos calza en los cosidos
que a la postres de andrajos
nos envician con ajenos
jirones que nos envenenan.
Vivir, cuesta y desnuda nos cuesta,
tanto o más, que aprender a soñar
desvestida o aprender a desnudarnos
de unos sueños adornados
de trapos de anteaños.
Desnudarnos en los sueños,
nos cuesta, tanto como vaciar
a nuestros cuerpos,
de hilos que nos aprensan
cuerpo y alma viven
contenidas en un dique que apresa,
nudos,
caminos
miedos…
y sigue sin romper aguas
en este amor,
amor de paz y guerra
sin ropa de épocas
Amor con bomba de racimos
entre dedo y dedo,
y piel con las mejores vendas
fuera de boatos y sin trincheras
huidora,
cuerpo y alma desnuda de esta paz
que se viste de muerta.
13.11.2016
Carmen Hernández Rey
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