MEMORIAS
DE MI ÚTERO. Cap. V
LAMALETA
Vacíe a mi sien... La deje respirar y por unos segundo, desapareció todo... Incluso -el afuera y el adentro- el vacío y la nada... Aquellas guerra, y sus metrallas en preguntas, todo quedó bajo una sopor y la niebla, aquella arena de mis ojos se fue, dejaron paso a un coma ficticio e irracional, exhausta no supe que pasó más...
LAMALETA
Vacíe a mi sien... La deje respirar y por unos segundo, desapareció todo... Incluso -el afuera y el adentro- el vacío y la nada... Aquellas guerra, y sus metrallas en preguntas, todo quedó bajo una sopor y la niebla, aquella arena de mis ojos se fue, dejaron paso a un coma ficticio e irracional, exhausta no supe que pasó más...
Cuando
abrí los ojos, estaba dentro de una maleta, mi brazo era mi pierna, mi pierna
mi cabeza, y esta iba por libre, separada rodaba volteada por la maleta como
una pelota por raqueta en mesa.
Había
una oscuridad sepulcral, mis ojos viajan por cada rincón buscando una resquicio
que pusiera un poco de luz y respuesta a ese habitáculo.
¿Porqué, por qué ese sentir, ese correr de
fluido, espeso, abrasador, tan rojo entre aquellos apéndices
queriendo
ser manos?
Manos
pretendiendo ser cuencos, intentando recoger el denso líquido.
¡Intuía!
intuía la vital vida escapada por aquellos resquicios por donde se perdía mi
existencia? Aquel olor me era tan
familiar, mis dedos la sabían, pero ¿Dónde estaban mis dedos?
¡Ay!
Dios, no encontraba mis manos, mis dedos, yo quiero probar, necesito aquel
líquido... pero no encontraba a mis manos... ¿Y mis ojos, dónde están mis ojos?
¡buscaba
y buscaban! por aquel revoltijo de tripas ¡Ya! ya encontré a mis manos, hundí
uno de mis dedos, cogí el dedo corazón y toque aquel líquido, cada vez más
aplacado, menos líquido… llevé el dedo hasta mi boca... Tenía un leve sabor
dulce y salado... Era, era, sangre, mi sangre, tan mía, con tanto sabor a mí y
andaba revuelta y fuera de mis arterias, mis venas, rodando por aquel
desvencijado
recipiente.
Me pregunté, ¿Qué pasó, me pasó y porque andaba desmembrada metida, como
intrusa en aquella agujereada maleta?
¿Qué
me hizo estar ahí, a trozos -sin mí- sin
ser, sin ser yo "existiendo" como muñeca rota, pedazo de nadie?
Sentí
que mis fragmentos comenzaron a sudar, y sudar... mi sudor se deslizaba al
compás de aquella sangre que manaba, ya libre por todos los rincones de aquella
de aquel equipaje excluyente.
Comprendí
que de no poner remedios estaría seca en décima de segundos, mis arterias se
vaciaría sin reparación alguna, y mis latidos se apagaría como un generador sin
corriente en mitad de la más grande de las tormenta y de aquella estación sin
tren.
Desperté
sudando... Al final aquella mujer metida en una maleta ¿fue solo un sueño, sueño,
quizás en el deseo de alguien extraño?
¿Los
pedazos de mi cuerpo, en pedazos fueron parte de un sueño, o era la pura
realidad, o la irrealidad más cruda?
Volví
a sentir un miedo aterrador... la tormenta seguía con su machacona música, con
sus luces de neón daba luz a ese tiempo, destiempo y vacio, de esa nada.
Ahora
la maleta tenían otro sentido... mi vida era un fragmento de todas mis
ilusiones, de cuanto me hubiese gustado ser o tener, llegar a ser.
La
esperanza entró como rayo por la cerradura de la maleta, llegaba en el preciso
momento y casi al mismo tiempo de mis consciencia, con el tiempo justo de
recomponer: brazos y piernas, autoestima y corazón, todos, todos mis fragmentos
se articulaban poniendo orden a ese equipaje un poco usado y desgastado, tanto
como aquella misma vieja maleta.
6.4.2014
Carmen Hernández Reyderechos de autora
https://www.youtube.com/watch?v=ltbueXmLuFA
Comentarios
Publicar un comentario