DE NIÑA

DE NIÑA
Buscas el amparo fuerte,
que te haga sentir fuera del límite
del miedo y que los dragones
si vienen no venga lanzando
fuego, porque para eso tienes unas manos
grandes con extintores sin caducar.
Apenas cruzas el umbral de la niñez,
ya sientes que las manos van siendo
más pequeñas a cada paso que das,
tanto que, a veces, parecen que te sueltan
aunque tú retrocedas buscando
el amparo.
Cuando mirar atrás y ese umbral está
derruido,
ves que el fuego no vienen de boca
de dragón,
que eres tú misma el dragón,
con lava y cenizas, las manos
propias o ajenas si quieren poner
un corta fuego son estáticas.
Tan solo cuando duermes, y en contadas
ocasiones, te vuelves a encontrar con aquella
niña que, precozmente escuchaba el llanto
de Bambi entre los árboles, de aquel bosque
donde caperucita no necesitaba
cesta con manzanas, queso o miel,
lobo o cazador…
aunque, sí una abuela que la abrazase
sin tener que leer en su rostro
la fealdad humana.
9.8.2016
Carmen Hernández Rey
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