TE DIGO
Padre y se llena mi boca
de olor a campo
de hinojo bautizado
en la clareada mañana.
Digo tu nombre y todo él
se adueña de mis ojos
arrodillados en tu figura
cansada
y aquel ritual de silla de nea
y botas de Segarra
con resto de campo en sus suelas.
Te digo padre y llueven
lágrimas silenciosas
y taciturnas
que nostálgicas buscan
en mi niñez tu recuerdo
más distante y cercano
porque en ellos tu figura
se alza resistente e invulnerable
a cualquier tipo
de desgano en él.
Sé que el tiempo muerde
y araña los recuerdos
queriéndoles parecer
de un color sepia e inerte
¡Pero no! ni siquiera la muerte
aprendió apearte de aquella
imagen primera que de niña
retuvo mi cabeza
sigues, ahí sigues siendo tú
mi padre
Oliendo a espliego y tomillo
de camino a casa
por la misma vereda.
19.3.2015
Carmen Hernández Rey
©® autora extremeña
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