IV. Cap ¡¡¡PAJAROS EN LA CABEZA!!!

El rumor en mi sien, seguía cada vez más fuerte, al compas de la tormenta y crecía como aquellos relámpago abriéndome en canal, en aquel fuego cruzado de luz y oscuridad, temblores de pánico, y de querer salir corriendo, de salir y no querer ver esa realidad... De estar dentro de aquel torpe espacio, por "mi causa, mala cabeza" el feo y tenebroso pequeño agujero... camino de un calvario que empieza y lleva a cruzar todas sus estaciones. Etapas de este campo santo sin paños de consuelos...
¡No! en esta noche de silencio, no hubo ni tan siquiera un tierno olivo donde recostar mi cabeza, ni roja tierra de , ella fue dada en fuga, y mi noche se quedó Verónica.
Tampoco obtuvo la piedad de Cirene, ni de las manos de ese buen hombre, nadie salió a mi encuentro... ¡Pobre y torpe mujer en aquella soledad sin Verónica y Simón...! Hambrientos llantos de manos y consuelos, por sus pájaros en la cabeza...le repitieron, se repetia ella sola...
De rodillas, mis manos pobres se clavaban en aquel suelo duro y desconocido. En ese Gólgota sin gloria, sin cruz y sin muerte que me diese consuelo, ni tres palabras de alivio, y sin ese dios padre al que odie por momentos.
Miré de nuevo por la ventana, otro foco alumbrando aquella estancia, supe que el motor se parararía...apenas a diez metros ¿Quien sería, vendra a rescatarme? Solo hubo silencio, entre un fuego cruzado y las preguntas huecas y vacías...¡Pajarós afirmaron!
A quien le podía importar, en esta noche las idas y venidas... Yo seguía mitad muerta, mitad viva, mitad agonizada, mitad de mitad sin ser nada ni siquiera mía, toda de mí... loca y huida.
En busca de una vida, perdida decenas de años atrás... ¡Tan tarde, tan cuesta arriba...tan sin mí... otra vez las palabras estaban metidas en un cajón donde volverían estar secuestrada, como cuando estaban en unas manos de celos y tormento, de envidia, de egoísmo puro y duro de la sin razón...
Ahora ellas serían de nuevo silenciadas, y esa tormenta auguraban el despropósito de un viaje que sería más que a la libertad a otra nueva esclavitud.
Me levanté del suelo y abrí a oscura la maleta, recordé que puse una linterna y la busqué en aquel rincón de recordaba haberla puesto... Sí ahí estaba, así que la encendí y dirigí su luz hacia mi equipaje, cogí aquellas sábanas de casa, las olí ¡¡¡Olían a mis hijos, olían a mi casa!!!
Sin poder evitarlo escaparon lagrimas de dolor y tristeza, pero a la vez también algo de bálsamo en mi alma... Sus recuerdos, y sus rostros... Por ellos ¡Todo! por ellos la vida. Por ellos estaba en mitad de aquella nada, en aquella noche de bombas en racimos en preguntas, en mi sien, en ese momento descubrí mi pijama.
Sin desnudarme me lo puse, y dejé en la maleta aquellas tormenta de preguntas.
5.4.2014
Carmen Hernández Rey
©® autora extremeña
todos los derechos de autora
foto subida de la fumadora
Comentarios
Publicar un comentario