Las canciones quedaron vacías de contenidos.... Las oraciones
pidiendo, clemencias brotan desde la sal de mi sangre, porque solo soy oído en cerebro,
y un dedo que apunta como rifle, a ese pecado perfecto, de
una trazada vida linealmente e inmaculada trazada, donde no hay caminos afines,
pensamientos a extramuros, ni calzadas con bifurcaciones donde mis dicotomías no
me avoquen a ser la expiación propicia de ese perfecto mundo que me rodea y que
solo espera, verme caída en cualquier lugar del
mundo, pidiendo volver al redil como la mujer bíblica, sin sentido, sin lógica,
sin metas, sin respuestas, pero sin miedos, sin opiniones en sí misma.
Estas mis palabras nacen desde una libertad que no
comprende, a esta noche oscura, donde el cielo se junta con la tierra... Donde
ambos me hablan para jurar y perjurar sobre mi cabeza. ¡Truenos y relámpagos! Soledad
maldita que desea encontrar en la palabra la verdad de toda ciencia, esa que
hoy me resta, la que me esconde el corazón en un rincón de la maleta.
Recuerdo aquella carta de Pablo a los Romanos, él no
lleva a un lenguaje de Justicia, no antes sin habernos sido revelada la cólera (Rom
1, 18). Y yo...Creí, creí en ti, como después creí en mí, por ti, por tu
revelación divina de un dios que se encarna en la carne humana... Tú encarnado
en Jesús, tú encarnado en mí... Tú creyendo en mí, a la vez que yo creyendo en
ti.
Misterio y vida, ambos creyéndonos, y a la vez liberándonos,
a mí de un mundo servil y esclavo de mi útero, sin razón... Y a ti de una
Justicia divina indivisa, inhumana, donde la Justificación prevalece delante de
las heridas, de la sangre de la boca cayendo en un ritual de sacrificio...Para
eso, por eso, aquí y ahora, soy y estoy...
¿Acaso seré la exhibición pluscuamperfecta de esta
expiación que me convoca a ser un pago de mi libertad en medio de la nada?
Hoy te me muestras en las fuerzas vivas de la naturaleza
como una cadena hostil, y creo que pones un precio gigantesco por haber
aprendido a medir el tiempo en mi vida, en mi historia. Por haber aprendido a
separar: lo efímero, lo anterior,, del tiempo presente. Y aún así aquí me
tienes, viendo el diluvio universal sin todos aquellos personajes sin nombres,
todos metidos en aquel deseo de libertad sin alas... ¡Ser libres! De prejuicios,
de condicionamientos de formalidades de edictos, de Torquemadas.
Lastimosos viajes, donde en una maleta no cabe ni
siquiera mi cuerpo desmembrado, apenas unos viejos vaqueros y algún pijama con
olor a útero lleno de dolor, y añoranzas... y sobre todo miedo, mucho miedo,
más y más miedo...
¡La tormenta sigue recordándome que es ella es quien
manda, quien pone algo de luz en mi noche!
Siento en toda estas palabrerías que me confunden, que
ese dedo que me apunta, sabe más de mí que yo misma y que siempre seré ese
hipotecado castigo...
Tapo a mis oídos con mis manos y espero, deseo que brote
pronto la sal de mi boca...
¡Deseando, deseando, deseando... ¡Dios! A ese punzón que
rompa arterias y arrime el horizonte diurno de la alborada. Para que quite de
mi corona una a una las espinas, ellas que disparan en la diana de mi juicio
sin permiso y sin piedad alguna.
Y que vuelvan a mi aquellos versos de¿ Inviernos, cuándo
y por qué... Si todo el infinito dijo ser de primaveras..?
¿Inviernos, primaveras, frío y
calor, blanco y verde..?
Soñar mis ojos, soñar nadie ya robar, nadie poder pueda.
14.4.2014
Carmen Hernández Rey
©® autora extremeña
todos los derechos reservados de autora
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